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A Javier Zapata Eroles.

Ya dos años que nos dejó nuestro amigo y compañero de viaje. ¡Salud y libertad!

II

Cambié ropas de «señores»,

batistas finas y claras

por ropas de miliciano

obscuras y ensangrentadas.

¿Qué pecado han cometido

mis pobres manos esclavas?

Cambié de ropa, buen juez,

que también los tiempos cambian.

Sangre y sudor como Cristo

los hijos del pueblo daban.

¡Si yo supiera por qué!

¡Maldición de mi ignorancia!

tan sólo sé que eran carne

de mi carne atormentada.

Esto es lo que sé tan sólo,

de lo demás no sé nada.

El rio era el mismo rio,

turbia como siempre el agua,

las mismas duras orillas

y la misma hambre insaciada.

Yo no sé nada, buen juez.

Estoy loca de palabras

y nadie acierta a decirme

por qué los hombres se matan.

Eran de mi misma carne …

¿Es esto una cosa mala?

Ayer lavé ropas finas,

hoy ropas ensangrentadas.

Si me sacan de ahí, buen juez,

no comprendo una palabra.

El juez se encogió de hombros;

huyó mirarla a la cara.

Para escarmiento de pobres

ha mandado fusilarla.

Romance de la vida, pasión y muerte de Encarnación Giménez, la lavandera de Guadalmedina [fragmento]

ROMANCERO DE MUJERES LIBRES de Lucía Sánchez Saornil

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